Mirándolo positivamente, se nos presenta la oportunidad de replantear el tema de la evaluación en serio, con profundidad. Y, como se sabe, si acertamos al plantearlo bien, en el mismo planteamiento estará la solución.
Por Genara Castillo. 28 febrero, 2020.Hace poco, el Ministerio de Educación lanzó la propuesta de evaluar con escala literal en toda la Secundaria de la EBR. En ese nivel, ya se califica con letras en el primer año, por lo que algunos esperaban que ese cambio se diera gradualmente y se han sorprendido al ver la celeridad del cambio.
Mirándolo positivamente, se nos presenta la oportunidad de replantear el tema de la evaluación en serio, con profundidad. Y, como se sabe, si acertamos al plantearlo bien, en el mismo planteamiento estará la solución.
Lo primero que se podría resaltar es que debería haber una propuesta integral para Primaria y Secundaria, con metas articuladas de ambos. Algo parecido a lo que se evalúa en las competencias, que al desglosarlas en capacidades se pide articulación.
En esa línea, hace falta profundizar cada vez más en el fondo evaluativo de competencias, para recoger las experiencias de las diferentes evaluaciones, el registro de comportamiento y la aplicación de herramientas, como material de estudio y base de aprendizaje activo; es decir, con un enfoque dinámico (no estático) en atención a los fines que realmente se buscan: que los alumnos mejoren.
En este sentido, tenemos la oportunidad de plantearnos qué significa que la evaluación sea personal, de lo contrario, quien puede dar más puede caer en el conformismo o quien no llega a cubrir las expectativas puede quedar rezagado u olvidado en la cuneta.
Así, se pueden ver los informes (libreta de notas) como una información del nivel del logro alcanzado, para plantearse las metas siguientes, de manera personal. Entonces, por ejemplo, si en la evaluación de una competencia se plantean 5 indicadores y algunos alumnos son muy hábiles en el logro de unas capacidades y otros en otras, esa información servirá para que padres y profesores ayuden al alumno a establecer su propio récord, valorando su esfuerzo real. Esta evaluación se centrará en el protagonista principal de la educación (el alumno), y puede, incluso, sorprendernos por la manera en que organiza su aprendizaje y por la inventiva de su aplicación.
Por ello, es mejor no improvisar los cambios en la evaluación; estos requieren de mucha investigación activa. Sería mejor un plan piloto, para recoger información; así, los centros educativos irán preparándose; podrán invitar a los especialistas en evaluación a dialogar con los maestros; y considerar la cultura del colegio y la de la comunidad, para ir realizando ese cambio. No se trata de solo convertir los números en letras, sino que esta es una gran oportunidad para replantearse, seriamente, la importancia de la tarea de evaluación.